El arte del prompt

6 de diciembre de 2025-6 min lectura-11 vistas
El arte del prompt

Cuando aprender a hablar con máquinas te enseña a pensar mejor

La primera vez que me di cuenta de que estaba haciendo algo mal, llevaba tres horas frustrado.

Había pedido a la IA que me ayudara a "mejorar un proceso de trabajo". La respuesta fue genérica: 500 palabras que podría haber encontrado en cualquier blog deproductividad de 2015. Repetí la pregunta de diferentes formas, agregué contexto, pedí ejemplos. Nada funcionaba.

Entonces ocurrió algo inesperado. En lugar de culpar a la herramienta, me pregunté: si tuviera que explicarle esto a un colega nuevo, alguien brillante pero que no conoce mi contexto, ¿qué necesitaría saber para ayudarme de verdad?

Ese momento cambió todo.

La revelación: el espejo que no esperaba

Descubrí que mi problema no era la IA. Era yo.

No sabía realmente qué quería. Tenía una sensación vaga de "esto debería funcionar mejor", pero cuando intentaba articularla con precisión, me quedaba en blanco. El proceso que quería mejorar, ¿cuál era exactamente? ¿Qué parte era ineficiente? ¿Qué resultado esperaba? ¿Con qué restricciones contaba?

Trabajar con IA me obligó a responder preguntas que había evitado hacerme a mí mismo durante años. Es fácil operar en piloto automático cuando no tienes que explicarle a nadie lo que haces. Pero cuando tu interlocutor necesita claridad para ayudarte, la ambigüedad se vuelve un obstáculo imposible de ignorar.

No fue la IA quien me enseñó a pensar con mayor precisión. Fue el intento de comunicarme con ella lo que reveló cuánto desorden había en mi propio pensamiento.

Pensar en voz alta: una disciplina olvidada

Hay algo que pocas personas mencionan sobre trabajar con IA: te convierte en mejor comunicador contigo mismo.

Antes, cuando enfrentaba un problema complejo, saltaba directamente a la acción. Probaba cosas, iteraba, ajustaba sobre la marcha. A veces funcionaba. Otras veces perdía semanas en direcciones equivocadas porque nunca me detuve a definir claramente qué intentaba lograr.

Ahora tengo un proceso diferente. Antes de escribir cualquier prompt, me hago tres preguntas:

  1. ¿Cuál es el resultado final que necesito? No lo que quiero hacer, sino qué necesito tener al final.
  2. ¿Qué contexto es relevante y cuál es ruido? La IA no necesita mi historia de vida; necesita los datos que afectan la decisión.
  3. ¿Cómo sabría que la respuesta es buena? Si no puedo definir el éxito, nopuedo evaluar ninguna solución.

Estas preguntas parecen simples. No lo son. Requieren una honestidad brutal sobre lo que realmente sabes y lo que solo crees saber.

Lo que descubrí sobre mí mismo

Trabajar intensivamente con IA durante estos años me enseñó algo incómodo sobremis propios hábitos mentales.

Descubrí que muchas veces confundía actividad con progreso. Estaba ocupado, pero no necesariamente avanzando hacia algo concreto. Cuando tienes que articular tu objetivo para que una máquina te ayude, la diferencia entre "estar ocupado" y "avanzar hacia un resultado" se vuelve dolorosamente evidente.

También descubrí que me costaba distinguir entre lo que era importante y lo quesimplemente me resultaba familiar. Incluía información irrelevante en mis prompts porque "siempre había sido parte del proceso", sin cuestionar si realmente aportaba algo.

Y quizás lo más revelador: noté cuánto de mi pensamiento dependía de asuncionesimplícitas que nunca había examinado. Cuando la IA respondía algo inesperado, mi primera reacción era pensar que no había entendido. Pero al revisar mi prompt,frecuentemente encontraba que yo había asumido cosas que nunca mencioné, contexto que parecía obvio para mí pero que no existía en ninguna parte del mensaje.

El cambio silencioso

Con el tiempo, algo empezó a cambiar fuera de mis interacciones con IA.

Mis correos se volvieron más claros. Mis reuniones más enfocadas. Lo noté especialmente en una llamada con un equipo de desarrollo en México: mientras otros daban vueltas describiendo un bug, yo pregunté directamente "¿qué resultado esperaban y qué obtuvieron?". El problema se resolvió en cinco minutos.

Cuando alguien me pedía ayuda, mis preguntas de clarificación mejoraron. Ya no preguntaba "¿qué necesitas?" sino "¿cuál sería el resultado ideal?" y "¿qué restricciones tenemos que respetar?"

No fue intencional. Simplemente, el hábito de estructurar pensamiento para comunicarlo a una máquina se filtró a todas mis comunicaciones.

Hay algo irónico en esto. La herramienta que muchos temen nos deshumanizará me hizo mejor comunicador humano. No porque la IA sea mejor interlocutora que las personas, sino porque es más honesta. No interpreta lo que quisiste decir. No llena los blancos con suposiciones caritativas. Responde exactamente a lo que preguntaste, revelando las grietas en tu propia claridad.

La pregunta más profunda

Todo esto me llevó a una reflexión que todavía me ocupa.

¿Nos está enseñando la IA a pensar mejor, o simplemente está revelando cuán pobremente pensábamos antes?

Quizás ambas cosas. La tecnología funciona como un espejo que amplifica tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades cognitivas. Cuando somos precisos, obtenemos resultados extraordinarios. Cuando somos vagos, obtenemos basura sofisticada que suena convincente pero no sirve para nada.

En cierto modo, la IA es el maestro más honesto que he tenido. No tiene paciencia para mis ambigüedades, no tolera mis asunciones implícitas, no acepta "ya sabes a qué me refiero". Me obliga a ser mejor pensador o a aceptar resultados mediocres.

Y eso, independientemente de lo que pienses sobre el futuro de la inteligencia artificial, es un regalo.

Una invitación a la claridad

Si hay algo que me gustaría que llevaras de esta reflexión, es esto: la próximavez que una herramienta de IA te dé una respuesta insatisfactoria, antes de culpar a la tecnología, pregúntate si el problema está en tu pregunta.

No como autocrítica, sino como oportunidad. Cada prompt fallido es una ventana a un rincón de tu pensamiento que necesita más estructura, más claridad, más honestidad.

No necesitas ser experto en IA para beneficiarte de esto. Solo necesitas curiosidad por entender mejor tu propia forma de pensar. La tecnología es la excusa; el verdadero trabajo es contigo mismo.

Y quizás esa sea la lección más importante que he aprendido en estos años: las mejores herramientas no son las que hacen el trabajo por nosotros.

Son las que revelan el trabajo que solo nosotros podemos hacer.